renovada para ese propósito en un momento en que toda la nación francesa sufría una serie
de calamidades nacionales.
A lo largo de las décadas siguientes, esta situación derivó en una crisis cada vez más profunda
con las autoridades eclesiásticas, entre ellas el papa franco-romano Clemente
VII de Aviñón, quien tenía la última palabra acerca de la autenticidad. En
particular, el obispo de Troyes, Pierre d'Arcis, nombrado al frente del cabildo de
Lirey y responsable de mantener las normas eclesiásticas en la región, escribió al
papa que esta no era ni podía ser la auténtica sábana de Jesús. (Un obispo es
asesor y mentor en asuntos religiosos dentro de su diócesis).
D'Arcis adujo dos razones contundentes atribuidas a su predecesor, el obispo Henri
de Poitiers. Henri investigó personalmente el asunto y concluyó que la sábana era obra de un pintor que le
había confirmado haber creado la imagen para representar la Pasión de Cristo. El obispo
añadió además que la creación de la imagen debía ser una obra artística y no auténtica, pues en los Evangelios no se menciona una reproducción tan exacta. D'Arcis incluso se refirió al
Evangelio de Juan, donde citó "tiras de lino" en lugar de una
sola mortaja.1
Pierre d'Arcis presentó sus pruebas al papa de Aviñón y esperaba una
resolución que estimara el recurso para detener por completo las exhibiciones de la sábana en la iglesia de
Lirey, porque "la sindon (sábana) del Señor no era nada de tal
naturaleza". La decisión del papa, que desestimó el recurso, fue un
choque para el obispo, ya que se le amenazó con la excomunión si
ordenaba detener completamente las exhibiciones. Esta decisión,
a instancias del cardenal de Thury, principal embajador del papa en
Francia, allanó el camino para la reanudación de las exhibiciones públicas.
Unos años después de la primera exhibición, el hijo de de Charny (Geoffroi
de Charny II) se comunicó con el cardenal de Thury y afirmó que la
transferencia de la propiedad de la sábana a su padre (procedente de la familia
real francesa) había sido un asunto civil y no religioso y, por tanto,
no estaba bajo la jurisdicción de la Iglesia. A pesar de ello, el cardenal pudo haber pedido
prueba del decreto real mediante el cual el rey otorgó la posesión de la
sábana, pero esto no puede demostrarse con documentación
jurídica en los archivos pontificios. En última instancia, no está claro si la
propiedad fue transferida a Geoffroi de Charny personalmente o a la iglesia
de Lirey—o a ninguno de los dos. (El autor deja la cuestión de la autenticidad y la
1 Juan 20: 6–7