Sworn To Secrecy — Muestra

Página 10 / 10


servida.
En este caso pionero, los principales argumentos serán
presentados por el letrado G. Hunt KC por la acusación y J. Klein por la
defensa, ante el juez F. M. Rutherford y un jurado de doce miembros. La
selección del jurado por parte de los letrados de la acusación y la defensa había
tenido lugar a primera hora de la mañana del juicio simulado. Hacia las nueve de
esa mañana, el jurado y los testigos convocados para declarar ya habían tomado
asiento en la sala improvisada. El murmullo del público se interrumpió de forma
abrupta cuando el juez designado entró en la sala para ocupar su estrado e iniciar
el procedimiento formal.
~
"¡Todos en pie!"
Hubo cierta agitación en la abarrotada grada, ya que el público se puso de pie para
mostrar respeto por la autoridad del tribunal antes de volver a sentarse. El juez se
sentó, hojeó brevemente sus papeles y luego, mirando al público congregado,
empezó a explicar el propósito subyacente de este juicio simulado. Explicó, en
resumen, que se trataba de poner a prueba la viabilidad de un juicio real con
jurado. Se consideró un modo adecuado de recabar información de los testigos,
habida cuenta del trasfondo histórico secular y de las sensibilidades vinculadas a la
naturaleza religiosa del asunto. Además, al fijar los parámetros del
juicio simulado, subrayó que las normas se relajaban porque el procedimiento
especial estaba orientado a reunir información nueva. En este proceso, todos los
testigos citados pueden ser interrogados por los letrados—ya sea en
contrainterrogatorio o en interrogatorio directo—durante su testimonio. Por
último, el juez dejó claro que un juicio póstumo está permitido por la ley, pues una
persona fallecida, frente a graves acusaciones de delitos capitales, puede defenderse
para limpiar su nombre. Esta protección de la reputación del difunto—y, en
consecuencia, de su familia—está establecida legalmente como de interés público.
Tras exponer estas cuestiones preliminares pertinentes para la sesión, el juez ordenó
al alguacil declarar abierta la vista, con el entendimiento de que todos los testigos
de la acusación y de la defensa debían declarar bajo juramento o promesa.
Para sorpresa de casi todos en la sala, el secretario judicial llamó al acusado a
comparecer. Los espectadores y el equipo de cámaras observaron cómo el caballero
acusado apareció de pronto. Flanqueado por dos guardias de prisiones, iba con
armadura de combate completa, el yelmo bajo un brazo. Su aparición causó un
considerable revuelo entre el público,